Tú no eres alemán, pero también te van a cortar el gas
Yo no sé qué más emergencias necesitamos para quitarnos todos del gas, como buenamente podamos. Que sí, los alemanes los que más. Pero eso no nos da derecho a castigarlos.
Como el colega que te pregunta cuándo fue la última vez que te hiciste un chequeo mientras pides el segundo gintónic de la noche en la primera fiesta a la que vas entre la pandemia y la guerra, hoy me paso por aquí antes de irme de vacaciones para aguarte las tuyas. Aprovecha ese gintónic, y esa fiesta, porque es muy posible que a ti también te vayan a cortar el gas este otoño. Y si no te lo cortan, te va a costar tanto que mejor ya te lo vas cortando tú si eso.
Que soy una pesada, me dicen mis amigos mientras vuelven a la barra. Y tienen razón. Por eso en lugar de echarles el discurso a ellos y que me dejen de hablar, lo cuento aquí porque de todas formas aquí ya nadie me habla igual.
En Bruselas preocupa, y mucho, la guerra, el suministro de gas, la inflación, la deriva de la economía y cómo vamos a salir de ésta. En España preocupa, y mucho, los precios de la energía, el coste de la vida, los incendios y cómo vamos a salir de ésta. Igual nos parecemos a un alemán más de lo que pensamos, aunque a nadie le guste que le comparen con un guiri en verano (en invierno ya es otro tema).
Como el colega que te pregunta cuándo fue la última vez que te hiciste un chequeo mientras pides el segundo gintónic de la noche en la primera fiesta a la que vas entre la pandemia y la guerra, hoy me paso por aquí antes de irme de vacaciones para aguarte las tuyas. Aprovecha ese gintónic, y esa fiesta, porque es muy posible que a ti también te vayan a cortar el gas este otoño. Y si no te lo cortan, te va a costar tanto que mejor ya te lo vas cortando tú si eso.
Que soy una pesada, me dicen mis amigos mientras vuelven a la barra. Y tienen razón. Por eso en lugar de echarles el discurso a ellos y que me dejen de hablar, lo cuento aquí porque de todas formas aquí ya nadie me habla igual.
En Bruselas preocupa, y mucho, la guerra, el suministro de gas, la inflación, la deriva de la economía y cómo vamos a salir de ésta. En España preocupa, y mucho, los precios de la energía, el coste de la vida, los incendios y cómo vamos a salir de ésta. Igual nos parecemos a un alemán más de lo que pensamos, aunque a nadie le guste que le comparen con un guiri en verano (en invierno ya es otro tema).
Yo no sé qué más emergencias necesitamos para quitarnos todos del gas, como buenamente podamos. Que sí, los alemanes los que más. Que vale, que lo han hecho fatal, que se han beneficiado durante años de una posición económica desproporcionadamente robusta gracias a una economía súper-industrializada a base de vendernos a todos tecnología y productos financiados por un consumo de gas artificialmente barato y una eurozona hecha a su imagen y semejanza. Qué queréis que os diga, yo, que viví, amé y odié en Alemania un puñado de años, me disfracé de Angela Merkel un Halloween allá por el 2012 para darle miedo a los PIGS y me paso la vida contándole a quien me quiera escuchar que el gran error de Alemania ha sido confundir los intereses de su economía con los intereses de su industria (la palabra alemana para economía, “Wirtschaft”, se utiliza también muchas veces para referirse a la industria), y los intereses de su industria con los intereses de todos los europeos.
Si el gobierno alemán hubiera sido capaz de aceptar hace un par de meses que si no le cortamos el gas a Putin nos lo va a cortar él a nosotros, y como le digo siempre a mis hijos, así va a ser mucho peor, no estaríamos en la que estamos.
Pero todo esto no nos da derecho a castigar a Alemania. Es más, castigar a Alemania es la opción menos racional que puede tomar la Unión Europea ahora mismo. Igual que en su momento lo fue castigar a Grecia, a España o Irlanda. En ambos casos, todos estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades en un mundo global: si Grecia hubiera salido del euro, el euro se hubiera ido al carajo y todos los demás, también. Incluso con Grecia dentro del euro, las medidas de austeridad impuestas por (si, ya lo sé) Alemania causaron tanto daño que aún seguimos lamiendo aquellas heridas. Pero es que si Alemania se queda sin gas y sin alternativas, su economía, lo adivinas, se va al carajo y todos los demás, también.
Dada la estructura energética europea, cortarte el gas a ti no va a significar darle un poquito más de gas a un señor de Sajonia. Pero cuando te das cuenta de que el gas que tú consumes también tiene que venir de algún sitio y que ese sitio, que no es Rusia, es necesariamente parte de un sistema global de suministro energético cuya oferta se ha visto drásticamente reducida por el conflicto de Ucrania, a lo mejor te planteas que tú también te vas a tener que quitar del gas un poquito, aunque sea.
Nadie piensa en la vuelta al statu quo
La gran diferencia entre la crisis económica, financiera y del euro de los años 2008-2012 y la crisis de seguridad y energía actual es que, aunque erróneas, las respuestas a la primera buscaban una vuelta al statu quo: el Pacto Europeo de Estabilidad y Crecimiento, los techos de gasto, los límites de deuda y la inflación bajita, por favor. Nos ha costado un poco, pero nadie en su sano juicio piensa que de la crisis actual se salga volviendo al modelo de interdependencia con Rusia anterior a la invasión de Ucrania. Nadie, excepto el canciller alemán Olaf Scholz, que la última vez que alguien fue a mirar, seguía agarrado a lo que queda del NordStream 2 gritando algo sobre el derrumbe económico de Europa.
Los gobiernos europeos han perdido un tiempo precioso para explicarles a sus ciudadanos que esta guerra va a ser más larga de lo que creen, y que o la ganamos de una forma mucho más definitiva de lo que de momento estamos dispuestos a aceptar, o de aquí salimos todos más pobres y con más miedo. No es el momento de reavivar tensiones Norte-Sur porque éstas distraen del mensaje verdaderamente importante: tenemos que ahorrar energía, y nadie, por muy isla (real o figurada) que sea, está exento de hacerlo.
Mi yo del 2012 se lo está pasando pipa con su peluca de Merkel y el 'Schadenfreude' generalizado. Mi yo del 2022 se lo está pasando pipa bailando a Rigoberta en la única fiesta entre aquella pandemia y esta guerra mientras le digo al colega que me pregunta por el estado de mi hígado que cuándo fue la última vez que se hizo un chequeo del mercado energético global. Uno más que no me habla.