Biden y Europa: ¿la gran esperanza blanca?
El nuevo presidente de EEUU devolverá la calma a las relaciones con Europa, aunque esa no va a ser su prioridad.
En un año sin cines ni conciertos, las elecciones estadounidenses, ese bendito 'show', fueron terriblemente anticlimáticas. En lugar de la habitual noche electoral y la no menos habitual proclamación del ganador a la hora del desayuno continental, los resultados se demoraron cuatro días, mientras los expertos electorales de las cadenas de noticias norteamericanas demostraban que dormir está sobrevalorado, y todos los demás aprendíamos que hay un condado en California que se llama Mariposa County. Al final, y cuando ya casi todo el mundo había perdido el interés, Pensilvania dio la presidencia a Joe Biden, derrotando, por un margen relativamente estrecho, al presidente más 'show business' de la historia de EEUU (con permiso de Ronald Reagan).
Hasta aquí, todo en orden. La mayoría de los líderes europeos se apresuraron a tuitear, mensajear o gritar desde el balcón su alegría por la elección de Biden. Es de suponer que, a pesar de que muchos de ellos conocen personalmente al nuevo presidente, dada su extensa carrera política, el entusiasmo europeo tenía más que ver con la salida de Donald Trump que con la llegada de Biden.
Trump, que como presidente ha sido su yo más excesivo, errático y divisivo, se metió en varios jardines geopolíticos durante su mandato. Uno de ellos fue, por supuesto, con la Unión Europea, a quién frecuentemente calificaba de ser “peor que China, pero más pequeña”. Trump, y el trumpismo, esa especie de éxtasis populista que se apoderó incluso del ala más centrista del Partido Republicano, causaron muchos dolores de cabeza al este lado del Atlántico. Las relaciones transatlánticas han pasado por todo tipo de dramas durante estos últimos cuatro años: guerras comerciales, reimposición de aranceles, la salida de EEUU de pactos y organizaciones internacionales como el acuerdo sobre el clima de París o la Organización Mundial de la Salud (esta última, en plena pandemia), el recrudecimiento de las relaciones con China o la ruptura del pacto nuclear con Irán, uno de los trofeos más preciados de la diplomacia Europea.
El ya expresidente Trump llegó a insultar abiertamente a líderes europeos (es conocida su mala relación con Emmanuel Macron), a alentar al Reino Unido a salir de la Unión Europea sin acuerdo, o a llamar a Margrethe Vestager, vicepresidenta de la Comisión Europea a cargo de Competencia, “esa señora de los impuestos que odia a los EEUU mucho más que nadie que haya conocido antes”. Pero quizás lo más difícil de hacer negocios con el presidente Trump haya sido la absoluta falta de coherencia en sus políticas. Como ha dicho la 'expremier' británica Theresa May, un día podía ser tu mejor amigo y, literalmente, al día siguiente imponerle aranceles a tus exportaciones.
Todo eso se ha acabado, cuando tras unos cuantos sobresaltos, asalto al Capitolio incluido, Joe Biden finalmente ha tomado posesión de su cargo. O eso al menos quieren pensar los exhaustos líderes europeos.
Biden devolverá la cordura y la calma a unas relaciones transatlánticas al borde de un ataque de nervios pandémicos. Volverá al acuerdo de París, a la OMS, a intentar negociar con Irán. Presumiblemente no insultará a nadie, ni publicará leyes a golpe de tuit a las tres de la mañana. Pero Biden no va a ser la gran esperanza blanca que muchos esperan. Primero, porque su principal y más inmediata preocupación no va a ser Europa, ni siquiera China. El presidente Biden tiene por delante la titánica tarea de gestionar una pandemia descontrolada en un país profundamente dividido. Y segundo, porque aquellos que piensan que Trump ha sido un accidente de la historia, se equivocan: Trump llevó al paroxismo las ideas más radicales de los presidentes aislacionistas, que han sido, y serán, unos cuantos. Pero muchas de sus ideas están ancladas en la tradición republicana más conservadora. Y las desigualdades que comenzaron con la crisis de 2008 y que están agrandándose con la pandemia van a radicalizar aún más a los dos extremos tanto de los republicanos como de los demócratas. El presidente Joseph Biden calmará las aguas. Pero la tormenta transatlántica desatada por Trump tardará tiempo en convertirse en una suave brisa marina.