Una política migratoria a la espera de medidas a largo plazo
Con la migración convertida en arma política y en gasolina para partidos populistas y xenófobos en toda la Unión, no es previsible que en la próxima legislatura se hable de potenciar las vías regulares de entrada a Europa, explica Camino Mortera-Martínez, investigadora del Centro para la Reforma Europea (CER, en inglés).
“Ni siquiera está sobre la mesa, pese a la crisis demográfica del continente”, dice. También señala como fuente de futuros problemas el haber “externalizado la gestión de la migración”. En concreto, se refiere a la creación en 2015 del Fondo de Emergencia para África, en el que la gestión migratoria prima sobre la ayuda al desarrollo. “Es una estructura más flexible pero menos transparente, con menos controles de para qué se usa el dinero, que permite mandarlo a un país cuando hay un flujo importante de personas hacia Europa. Por ejemplo, Libia, un país en conflicto, recibió fondos para crear una guardia costera que devuelve a Libia a quienes huyen de allí”, dice. Además, como apunta Pinyol, esto crea dinámicas perversas en la relación bilateral, en la que se abre o se cierra la puerta a Europa según convenga. “Los países africanos se dan cuenta de que pueden usar a los migrantes, olvidando que son personas, como moneda de cambio para presionar a Europa [y conseguir dinero o contrapartidas], ya que saben que la UE es muy sensible en este tema. Lo hemos visto con la relación entre España y Marruecos, por ejemplo”.